domingo, 16 de agosto de 2009

Montesa: Mis primeras experiencias (II)

Recuerdo aquellas matinales del Sábado en Esplugues con mucho cariño. Fueron muchos Sábados, durante años, pero lejos de considerarlas como una "imposición" de mi padre - ir al campo del Español cada dos Domingos si que era una imposición- para mi era aquello que había estado esperando impaciente durante toda la semana.

Para aquel niño que era, aquella fábrica era mágica, y su magia me atrapó de tal manera que aún hoy con 40 me emociono al recordar todo lo que viví en ella.

Siempre llegábamos muy pronto, sobre las 9. Desayunábamos siempre en un bar que estaba junto a la fábrica (El Bar Montesa, como no) con Arturo Roures (Tomate, jefe de afinaje, intimísimo de mi padre y padrino de mi hermano Jordi) y su hija Imma que tenía mi misma edad.

Con el estómago lleno nos volvíamos a subir en el coche y hacia "fábrica". Parada frente a la barrera, claxon, barrera que subía, saludo, aparcar y caminando hacia la garita de control en la que se celebraba la tradicional y, para nosotros los niños"pesadísima" tertulia de cada Sábado con el responsable de control de acceso, que era un empleado de fábrica que los Sábados y Domingos por la mañana hacía "horas" en la barrera, y con quien mi padre y Arturo siempre compartían unos minutos charlando sobre las últimas "novedades". Minutos que a mi me parecían horas, porque para mi, lo que habíamos venido a hacer era montar en moto...y mientras duraba el "bla, bla, bla..." yo me apalancaba en la ventana de la garita mirando hacia las grandes compuertas que había al otro lado del parking y detrás de las cuáles dormía la magia.

Recuerdo especialmente un Sábado de 1974. Después de la rutina habitual nos fuimos hacia unos de los almacenes y al abrir la puerta, en lugar de coger alguna de las motos grandes, nos dirigimos hacia una enorme hilera de Cotas 25 que estaban pendientes de arrancar y afinar -responsabilidad de Arturo -.



Publicidad Cota 25. En la Foto, Joan Cañellas Permanyer...Un buen amigo

Aquella mañana fue increíble. Arturo y mi padre. Cada uno en una moto y con sus hijos sentados delante. Hasta aquí bien porque hasta aquel día siempre había sido así, sólo que ésta vez la diferencia era la altura de la moto, y que cuando ya llevábamos rodadas 2 o 3 unidades, mi padre me preguntó: "la vols portar?" (¿la quieres llevar?)... Recuerdo que me giré pensando que era una broma, pero su sonrisa confiada y segura no era la de las bromas... me hizo un gesto afirmativo con la cabeza, y...hablaba en serio !!!.
No sé cuantas horas estuvimos dando gas pero fueron muchas. Me consta que hicimos por avanzado más de la mitad del trabajo que Arturo tenía planificado para la semana siguiente, y es que esta fue una de las anécdotas que entre ellos comentaron una y otra vez durante años, y recordaban perfectamente el berrinche que pillábamos cada vez que nos insinuaban que " ja està bé per avui" (ya está bien por hoy), con lo que no tuvieron más remedio que alargar la jornada hasta que todas las Cotas 25 del almacén estuvieron arrancadas y afinadas... y luego las consecuentes explicaciones a sus respectivas que llevaban horas esperando con la comida en la mesa...
Arturo Roures y Emilio Domínguez: Vacaciones en San Salvador 1975